CUENTOS EN CUARENTENA 2

Caracas, Mayo 15/2020
CUENTOS EN CUARENTENA EN 110mts2 
Autora: María Isabel Valero Espinal. Desde Venezuela!!

Girando en mi propio eje, con lejana mirada escudriño el horizonte.
Las flores de Mayo engalanan la calle.
Cuantos días más en Cuarentena? 
Cuando la Ciencia dará luz verde?
Pero bueno, y qué es eso de estar pensando en futuro si ahí vivo y transito. Sin embargo cada día es luz para el camino.
Tengo mucho que agradecer, quizá una llamada telefónica,o un ademán de saludo de algún vecino acompaña, aunque su sonrisa oculta por el tapabocas anti-virus no se deje ver.. Bastaría  verle los ojos para saber que me sonríe. Es un premio.
Por cierto hoy me llamo una amiga mientras desayunaba con Soledad, mi compañera inseparable. Me hizo reír su chispeante narración sobre un hecho real o de la imaginería. Un buen y condimentado cuento referente a su ingenuo protagonista.
Ella contaba de un hombre a quien regalaron una gallina asegurándole era ponedora. Fue entonces que embargado con la ilusión de primera postura. Permaneció días frente al ave. 
En La impaciente espera, llego a colocarse un penacho a manera de cresta y coloreo  de onoto su rostro a ver si al fin la gallina creyendole Gallo, se estimulaba a poner. Al cabo de los días en vista de la frustrante espera y sepias ojeras resolvió que era mejor hacer un sancocho..De esta leyenda de Campo adentro nadie supo si al fin la gallina puso o la montó en la olla.
Así pues, los ratos en los 110mts2 de mi palacio, alimentandome el alma de saludos y risas. Esperanza 
también ha tocado a mi puerta. No me falla, es fiel y consecuente. Que fuerza avasalladora me insufla. Es como un torrente de energía que empuja a seguir.
Entre mis amadas paredes huele a sopa.. recordatorio de hogar y medicina revitalizadora,  la olla invita al apetito. 
También hice suspiros, Es un privilegio tener azúcar en tiempos de carestía no tan amables.
Desde la ventana observo el deambular de personas desvalidas con largas varas de bambú tumbando mangos para subsistir. 
Procuraré algunos de mis dulces y desde lo alto les haré llegar. Una joven de mi comunidad suele decirme Maria Suspiro, por mi modesta especialidad.
Me he quedado sin máquina de lavar. No hay repuesto ni quien la vuelva a su función. Pero tengo una panela de jabón azul y salud. Me las voy ingeniando. He desarrollado capacidades jamás imaginadas. 
La economía ha mermado y roto los bolsillos. La pensión de vejez similar a una cuerda elástica estiro hasta la próxima fecha de cobro. Aunque a decir verdad en ocasiones antes de lo previsto se rompe.
La masa muscular se ha escondido.
Cómo salva una arepa, mi pan venezolano!
Del recetario ancestral de la parentela, abuelas y madre. Saboreo en cada línea aquellas preparaciones que por gracia Divina en tiempos de abundancia pude celebrar.
Ahora es otro momento. Es cuestión de ingenio e inventiva. Siempre habrá una cebolla que convertirá lo poco en suficiente. 
No puedo dejar de evocar a Ana Frank la niña Judía en terrible confinamiento, para quien una papa retoñada se hizo el mejor banquete.
La escoba me espera y amenizo con un bolero. Los suspiros escapan. Añoro al compañero que a buen seguro navega libre en los mares del cielo.
Se hace larga la cuenta de los días, me pregunto cómo será la experiencia de volver a entaconarme. Me imagino tal vez con el andar de mi admirado Chaplin. Para mis adentro río  las ocurrencias de mi efervescente  mente siempre en ebullición.
Casi sin percatarme, el sol se ha ido ocultando para dar paso a la luna. Es hora de mi pijama-party y de arrellanarse en la moldeada poltrona, frente a la tv o un preciado libro. 
El cerro de papeles en blanco reposan sobre el escritorio y el bolígrafo descansa. 
Hace bien  una pausa.
Mañana con nuevos bríos esperare a Esperanza. La amiga incondicional.
Por hoy deben descansar las musas, siempre inquietas y susurrantes.
Otro día contaré de mi nuevo grupo de amigos. Por supuesto encabezados por Soledad y Esperanza.

María Isabel Valero Espinal.

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